👉Cecilia Beatriz Pachano Huerta/Cambio 16.-
Haití es uno de los capítulos más tristes de América. Ha vivido atrapada en una espiral de violencia e inestabilidad política que la ha condenado a la miseria. Ahora la anarquía se impone a todo lo largo y ancho del territorio.
El reciente asalto a las dos prisiones más importantes y grandes del país por las bandas y la amenaza de hacer lo mismo con el aeropuerto, solo muestran una nueva arista de la violencia en Haití. Una pesadilla que vive y que cada día se agrava.
En 1804, luego de que los esclavos protagonizaron una prolongada revolución contra los colonizadores franceses, Haití se alzó como el primer país de América Latina en conquistar su independencia.
A pesar de este hito histórico que los enaltece, no ha podido establecer firmemente un Estado estable. Manos aún desarrollar cabalmente su economía.
Hoy Haití presenta uno de los PIB per cápita más bajos a nivel global, con apenas 730 dólares. Su índice de desarrollo humano (0,503) es el peor de la región, lo que lo ubica en el puesto 169 sobre 189 países a nivel global. A lo que se suma su índice de pobreza que azota al 60% de la población.
El siglo pasado estuvo marcado por la siniestra dictadura de los Duvalier, quienes durante casi 30 años gobernaron con puño de hierro valiéndose de las Fuerzas Armadas y de temibles grupos de esbirros y paramilitares como los Tonton Macoute.
Hasta 1986 cuando un levantamiento popular en contra de Jean-Claude Duvalier (que había heredado el poder en 1971) forzó su exilio. Iniciando otro inestable ciclo democrático del presente.
Estado de emergencia
Haití está sumido en una profunda crisis institucional. El asesinato del presidente Moïse en 2021. La posterior salida de cargos electos han perpetuado el vacío de poder que aprovechan las peligrosas bandas armadas para expandir su poder e influencia.
Tanto que saltaron las dos mayores prisiones del país y liberaron más de 3.800 reos. También intentaron tomar el principal aeropuerto de Puerto Príncipe, el Toussaint Louverture.
El gobierno decretó el estado de emergencia y toque de queda nocturno durante 72 horas. Pero, con los grupos criminales controlando el 80% de Puerto Príncipe y primer ministro, Ariel Henry fuera del país, la capacidad de reacción del Estado es muy limitada.
Figuras como el expolicía Jimmy Chérizier, líder de una federación de bandas, han asumido los ataques recientes y declarado que el objetivo es obstaculizar el retorno del primer ministro Henryy y derrocarlo.
La violencia del fin de semana dejó 9 muertos, incluidos 4 agentes. Forzó el desplazamiento de unas 15.000 personas a campamentos improvisados. La situación humanitaria es cada vez más grave, mientras que el apoyo internacional, que lidera Estados Unidos, se limita a la asistencia financiera.
Endeble historial democrático
Tras la dictadura de los Duvalier, el ejército gobernó Haití hasta las elecciones de 1991 que llevaron al poder a Jean-Bertrand Aristide, primer presidente democrático.
Si bien buscó reformar las fuerzas de seguridad, solo duró 7 meses antes de ser derrocado. Gracias a presión internacional, Aristide regresó en 1994. Al año siguiente se disolvió el ejército y creó la Policía Nacional. Aunque muchos militares se reciclaron como policías.
En 1996 completó su mandato y entregó el poder pacíficamente. Sin embargo, su retorno en 2001 estuvo plagado de denuncias de fraude. En 2004 fue derrocado nuevamente por paramilitares, exiliándose en Sudáfrica. La ONU asumió el control por 2 años hasta las elecciones de 2006 que llevaron a Preval al poder.
Pero en 2010 un devastador terremoto destruyó parte de Haití, dejando 300.000 muertos. Desde entonces el país ha dependido de la ayuda humanitaria internacional y misiones de paz para mantener cierto orden.
Los presidentes que le siguieron Michel Martelly y Jovenel Moïse tampoco lograron consolidar la democracia, ni resolver la grave crisis social y económica.
Magnicidio de Moïse, nuevo quiebre
Jovenel Moïse alcanzó la presidencia de Haití en medio de la polémica. En las elecciones de 2015 triunfó con apenas el 32% de los votos, siendo impugnado por irregularidades.
Obligado a nuevos comicios en 2016, amplió su ventaja, pero la participación fue ínfima, socavando su legitimidad desde el inicio.
Poco pudo gobernar antes de verse envuelto en el escándalo del desvío de millones de dólares de los fondos Petrocaribe a empresas suyas. Lo que desató masivas protestas populares.
Al malestar social se sumó la revuelta policial en reclamo de mejores salarios, que desembocó en un caos institucional.
Aprovechando la pandemia, Moïse extendió su mandato de facto por decreto al suspender las elecciones legislativas. Sumado a interpretaciones constitucionales que cuestionaban su continuidad en el poder desde 2021, profundizaron la conflictividad política.
Paralelamente la violencia de las bandas criminales se agravó en las calles de Puerto Príncipe.
Fue en ese delicado contexto que Moïse nombró a su séptimo primer ministro, Ariel Henry, apenas 4 años horas antes de su magnicidio 7 de julio de 2021.
Las elecciones presidenciales y legislativas que habían sido convocadas para el 26 de septiembre de ese año, quedaron en el limbo. Dejando al país sumido en el vacío de poder, la incertidumbre electoral y la inestabilidad endémica.
Pesimismo
La actual crisis en Haití tiene su origen directamente al asesinato del presidente, Jovenel Moïse en 2021. Pero sus raíces son más profundas, se remontan a las secuelas del terremoto de 2010, los 29 años de dictadura Duvalier, y al impacto de las «reparaciones» pagadas a Francia tras su independencia en 1804.
La situación es de máxima gravedad. Según la ONU con casi 4.000 muertes violentas en 2023 y 200.000 desplazados. Más de la mitad de los haitianos no tienen para comer y los servicios básicos son inestables.
El reciente ataque a las prisiones y acciones contra las instalaciones de las instituciones (comisarías policiales y hasta el Banco Central) han empeorado el pesimismo. Las bandas controlan el 80% de Puerto Príncipe con miles de miembros.
“El pueblo haitiano está atrapado en una pesadilla viviente”
António Guterres, secretario general de la ONU
El anuncio de la ONU de su apoyo a una fuerza internacional liderada por Kenia generó cierto optimismo. No es una misión oficial de mantenimiento de la paz de la ONU.
En gran medida debido a los negativos resultados de su anterior operación. Ensombrecida por graves acusaciones de conducta sexual inapropiada. Además, las aguas residuales de un campamento de la ONU provocaron un brote de cólera, que resultó en la muerte de cerca de 10.000 personas.
El objetivo de la nueva misión sería estabilizar la situación y proteger infraestructuras. Enfrentarse a las bandas en la ciudad será complejo. Pero, la fuerza aún no se ha desplegado pese a contar con luz verde desde octubre.
Kenia prometió 1.000 efectivos, pero surgieron obstáculos legales. Benín ofreció 2.000 más, aunque falta su preparación. Se había anunciado una fuerza de 5.000 hombres.
Controlado por las bandas
Las bandas criminales, que han llenado el vacío institucional de Haití, controlan la periferia de la capital, Puerto Príncipe, y el Departamento de Artibonite, una región agrícola vital conocida como “la canasta de pan” de Haití.
En su mayoría con armas automáticas contrabandeadas desde Estados Unidos. A menudo están mejor equipadas que la policía local.
Los expertos señalan a figuras políticas corruptas, tanto en el poder como en la oposición, son los patrocinadores de los grupos armados que aterrorizan al país. Son quienes les proporcionan armas, financiamiento y protección política.
A cambio, las pandillas hacen el trabajo sucio. Generan miedo, apoyo o inestabilidad según sea necesario.
La violencia ha alcanzado niveles alarmantes. Según la ONU desplazando internamente a casi 314.000 personas.
Unos 4,7 millones de haitianos, sufre de hambre aguda. En la capital, unas 20.000 personas viven en condiciones de hambruna, y el cólera está resurgiendo.
Las bandas lideradas por figuras como Jimmy Cherizier y Guy Philippe, ambos exagentes de policía, están desafiando al poder establecido. Son los principales convocantes de las protestas en todo el país.
La situación se agravó en los días previos al 7 de febrero. Una fecha simbólica que marca el fin de la dictadura de François Duvalier y su hijo Jean-Claude, y la toma de posesión tradicional de los presidentes haitianos.
Guy Philippe de vuelta
Las bandas, superan en número y armamento a la policía nacional de Haití, que cuenta con unos 9.000 agentes para garantizar la seguridad de más de 11 millones de personas. Cuando las estimaciones de la ONU sugieren que se necesitan unos 26.000 efectivos. Sólo el año pasado, unos 1.600 agentes dejaron su puesto.
Con el regreso de Guy Philippe aumentó la tensión. Un exjefe de policía que jugó un papel crucial en el derrocamiento del expresidente Bertrand Aristide hace 20 años.
A través de mensajes de vídeo en las redes sociales Philippe ha estado llamando a una “rebelión” contra el primer ministro Henry. El expolicía fue repatriado a Haití desde Estados Unidos después de cumplir una condena de prisión por aceptar sobornos para proteger cargamentos de narcóticos.
Las ya poderosas bandas de Haití ampliaron su influencia en la capital, y coaliciones rivales, el G9, dirigido por el ex policía de élite Jimmy “Barbecue” Chérizier, y el Gpèp, que carece de un líder claro, luchan por el control de la ciudad. Aunque en los últimos días se habla de nuevas alianzas para desafiar al poder establecido.
Guerra personal
Jimmy “Barbecue” Cherizier, un exoficial de policía convertido en líder criminal es una figura central en la reciente escalada de violencia en Puerto Príncipe. Cabeza de la poderosa pandilla G-9 y Familia. Desde la muerte del presidente Moïse, ha asumido un papel más prominente.
Según informes locales e internacionales, Cherizier obtuvo el poder de la pandilla Delmas 6 gracias a favores de la policía y el gobierno de Moïse.
Según InSight Crime, antes del asesinato de Moïse, el 50% de la financiación de la G-9 provenía del gobierno. Un 30% procedente de secuestros y el 20% restante de extorsiones.
Después del magnicidio, la financiación gubernamental cayó un 30%. Lo que supuestamente motivó a Cherizier a intensificar su lucha contra las personas que habían heredado el control político del país.
Pidió al gobierno de Henry una amnistía y la liberación de todos los miembros de su grupo en el pasado. Ante la negativa del gobierno, promueve una “revolución” contra la élite política “corrupta” del país.
Está decidido a luchar hasta que el primer ministro abandone el poder. Utiliza estrategias en redes sociales para comunicar sus objetivos y atraer más seguidores a sus filas. Cherizier incluso ha utilizado su cuenta de YouTube para pedir el arresto del actual primer ministro de Haití.
«Barbecue» El cruel
Cherizier, nacido en la capital haitiana hace unos 47 años, ha logrado evadir tanto las sanciones impuestas por Estados Unidos como el control de las autoridades de su país Su apodo, “Barbecue”, tiene dos posibles orígenes.
Según él, proviene de su madre, que vendía pollo en las calles. Sin embargo, algunos testigos de la violencia en Haití sugieren que se debe a su costumbre de quemar las casas y los cadáveres de sus víctimas
Su carrera criminal comenzó cuando era policía y estuvo involucrado en la muerte de nueve civiles. En una operación oficial contra las mafias en Grand Ravine, un barrio de Puerto Príncipe, en noviembre de 2017.
La ONU y Estados Unidos lo señalan como uno de los funcionarios implicados en la matanza de La Saline, un barrio de Puerto Príncipe, en la que murieron 71 personas. Fue un ataque coordinado de la policía y grupos criminales contra la población local.
Presiones sobre Henry
Haití lleva siete años sin elecciones, tres años han transcurrido desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, y hace más de un año que los últimos funcionarios electos dejaron sus cargos. Pese a lo cual la restauración de la democracia en Puerto Príncipe parece ser una meta distante.
Desde la muerte del presidente Moïse en 2016, no se han celebrado elecciones. Ariel Henry, el primer ministro de Haití, tomó las riendas como presidente interino después del magnicidio.
Sin embargo, su legitimidad es ampliamente cuestionada y ha incumplido su promesa de llevar a cabo elecciones en varias ocasiones. Debía dimitir el 7 de febrero según un acuerdo post-Moïse, pero no lo hizo.
Fue el anuncio del primer ministro de Bahamas, Phillip Davis, de que el primer ministro haitiano, Henry, se comprometió a celebrar elecciones antes del 31 de agosto de 2025, lo que enfureció a los líderes de las bandas criminales quienes exigen su renuncia.
Ante las peticiones de dimisión Henry se encoge de hombros. Tampoco respondió cuando le preguntaron si consideraba seguro volver a casa.
Secuestrados por las bandas
A pesar de la presión, Henry se niega a dimitir. Por los momentos cuenta con el respaldo de la comunidad internacional. Argumenta que la creciente violencia de las pandillas impide la celebración de elecciones libres y justas.
Haití no tiene ningún funcionario gubernamental electo desde que terminó el mandato de los últimos senadores en enero de 2023. La oposición política tiene pocas esperanzas en la promesa de Henry de celebrar elecciones en agosto de 2025. Según ellos, “Muchos ya no creen en su palabra”.
Las bandas han perturbado servicios básicos, obstaculizado la asistencia humanitaria y prolongado la miseria. Haití, sin duda, es la nación más castigada del continente.
Como señaló Stéphane Dujarric, portavoz de la ONU, el reciente recrudecimiento de la violencia subraya la necesidad de que los países miembros trabajen con rapidez para apoyar y desplegar la fuerza multinacional de seguridad.
«Llevamos meses hablando de cómo la población civil de Haití y de Puerto Príncipe está básicamente atrapada por la violencia de las bandas»
Stéphane Dujarric
La misión de la ONU en Haití aún necesita meses para estar totalmente operativa. Siempre y cuando se consigan los fondos y el compromiso de fuerzas necesarias. De lo contrario, la ventana de oportunidad para el éxito se cerrará pronto.
Mientras tanto, la población civil permanece atrapada en medio del fuego cruzado. Rehén del eterno círculo de violencia que tanto necesita romperse.