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Guatire, Miranda, Venezuela
Periodista graduado en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Experto en Comunicaciones Corporativas y Responsabilidad Social. He desarrollado mi labor en medios impresos, digitales y audiovisuales en Venezuela, Colombia, el Perú, Estados Unidos, España e Israel. Con una extensa red de contactos a nivel oficial y privado, lo que me permite establecer vínculos y relaciones con diversos sectores que hacen vida en el país y el exterior. Papá al 200%

viernes, 1 de marzo de 2024

El mejor amigo del dictador, el escritor


👉Cecilia B. Pachano Huerta/Cambio 16.-


De Adolf Hitler a Mao Tse-tung, los autócratas han recurrido a escritores afamados para reforzar su control del poder. Sabemos de la fuerte amistad de Gabriel García Márquez con Fidel Castro, quien también contaba con la admiración de Julio Cortázar. 

Pero no era el único. El hombre fuerte de Cuba contó con una corte de intelectuales rendidos a sus encantos a todo lo ancho y largo del planeta. Incluso Hugo Chávez tuvo escritores a su mandar en todos los idiomas. Los dictadores siempre encuentran a su mejor amigo en un escritor.

El poder es seductor. Desde los tiempos más remotos quienes lo ejercen han contado con cortes de seguidores y quien inmortalice sus ‘hazañas’. 

Antes de la invención de la escritura, pasaron a ser parte de las tradiciones y leyendas a través de pinturas, esculturas, cerámicas y relatos orales.

Con la invención de la escritura siempre hubo quien escribiera sobre los monarcas y para ellos. Generalmente eran diestros en el manejo de las armas y los juegos de poder, pero no con las palabras ni era frecuente que no supieran leer y escribir. 

En la historia son excepcionales los casos de monarcas poderosos y cultos como Trajano, Cleopatra o Alfonso X El Sabio. Pero todos los poderosos aspiran a la inmortalidad y un buen escritor puede conseguírselo.

Relación compleja

La complejidad de la relación entre dictadores e intelectuales presenta múltiples facetas. La literatura, por ejemplo, ha sido un medio para explorar la interacción entre el poder, la dictadura y la sociedad. 

Los dictadores suelen ejercer un control total sobre todos los aspectos de la vida en su país, hasta la vida intelectual. Ese control absoluto puede ser atractivo para algunos intelectuales. 

Les permite influir directamente en la formación de la sociedad y la ingeniería del alma. Algunos pueden sentirse seducidos por la figura del dictador debido a su autoridad indiscutible.

Los autócratas y tiranos a menudo buscan el apoyo de intelectuales y escritores porque pueden proporcionar una forma de legitimación al régimen construyéndoles una narrativa que justifique al dictador y moldeando la percepción pública del régimen. 

A menudo con el poder y el dinero de la dictadura que alaban logran una gran influencia y trascienden las fronteras. Aumentan su influencia. Los dictadores son enemigos a muerte de cualquier forma de disidencia. Un grupo pensante que articule un discurso y apoye al régimen ayuda a silenciar a los disidentes aislados y minoritarios.

El escritor Tomás Eloy Martínez apuntaba que «las dictaduras en su aspecto más cruel, más canallesco, no son posibles sin el apoyo mayoritario de la sociedad». Se trata de una «complicidad comunitaria gigantesca» y para construir esa complicidad es fundamental contar con una narrativa que la justifique. De ahí el valor de las plumas mercenarias.

Escribir sobre ellos

La fascinación que ejercen los dueños del poder absoluto sobre historiadores y escritores se evidencia en la abundante bibliografía dedicada a reyes, emperadores o sultanes. 

Desde los tiempos de Suetonio y Shakespeare, la vida, obra y compleja personalidad de los autócratas ha sido reseñada para la historia o reinventada para la ficción.

Una cosa es escribir sobre ellos como hicieron los autores del «Boom Latinoamericano» para criticar las dictaduras rurales como “Yo, El Supremo” de Roa Bastos, “El Otoño del Patriarca” de García Márquez, o “La Fiesta del Chivo” de Vargas Llosa. 

Y otra muy diferente es escribir para ellos. Si en el pasado los reyes contaban con los juglares para que cantaran sus glorias, en el presente los dictadores siempre encuentras plumas dispuestas a serviles. 

“Todo régimen necesita una historia que lo valide, y un régimen que carece de la autoridad de la tradición la necesita con más urgencia”, sostiene la biógrafa e historiadora, británica Lucy Hughes-Hallett.

Dictadores y escritores

A lo largo de la historia, varios dictadores intentaron abrirse paso como escritores. A menudo con obras de calidad discutible, pero de valor histórico. Permiten conocer la psicología y las motivaciones más infames. 

Pueden clasificarse en tres categorías. Los que escribieron antes de convertirse en dictadores. Un ejemplo notable es Benito Mussolini, quien, antes de asumir el papel de Duce en Italia, escribió un ensayo filosófico y una novela. Luego los que lo hicieron para convertirse en dictadores. 

Adolf Hitler, por ejemplo, escribió su infame Mein Kampf (Mi Lucha) mientras cumplía condena por el fallido golpe de Munich de 1923.

Finalmente, aquellos que escribieron después de alcanzar el poder. Sus libros suelen ser herramientas de propaganda, destinadas a justificar el derecho del autor a gobernar. 

Algunos ejemplos notables incluyen el Libro Rojo de Mao, el Libro Verde de Gadafi, La historia me absolverá de Fidel Castro, Zabiba y el rey de Saddam Hussein, El Ruhnama de Saparmyrat Nyyazov y La Masonería de Francisco Franco (publicada con el seudónimo de Jakim Boor).

Finalmente, si hablamos de dictadores-escritores, quien se lleva rompe todos las marcas, en términos de volumen, es el tirano de Corea del Norte, Kim Il Sung. Autor, según la versión oficial de nada menos que 18.000 libros de diferentes materias. 

Aunque resulta difícil de creer que una persona pueda escribir un libro cada dos días durante 50 años. Otro escritor, aunque suene increíble, es Nicolás Maduro. Ya tiene ocho libros publicados (según enlista Google), entre ellos Chavismo, amor y patria.

De Hitler a Mao

Siempre es conveniente el respaldo de los intelectuales y escritores profesionales. Adolf Hitler, el dictador nazi, tuvo seguidores en el mundo intelectual, incluido al filósofo Martin Heidegger y al joven Gunter Grass. 

Heidegger, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, se unió al Partido Nazi en 1933 y se convirtió en rector de la Universidad de Friburgo. A pesar de las críticas y controversias, su filosofía y su compromiso con el nazismo están estrechamente relacionados.

Por otro lado, Gabriele D’Annunzio y Benito Mussolini, dos figuras prominentes en Italia, compartieron visiones políticas similares. D’Annunzio, un escritor y político, fue un héroe nacional durante la Primera Guerra Mundial y fundó el Estado Libre de Fiume, que inspiró al fascismo. Mussolini, por su parte, ganó popularidad como editor y fundador del Partido Nacional Fascista. 

A pesar de sus logros, D’Annunzio no se consideraba un fascista, aunque se le atribuye la invención parcial del fascismo.

En la Unión Soviética, Máximo Gorki y Josef Stalin compartieron una relación compleja y simbiótica. Gorki, un escritor y activista revolucionario, criticó los excesos de la Revolución de 1917 y la guerra civil, pero también se identificó con el movimiento revolucionario y el realismo socialista. 

Stalin, un ávido lector desde su juventud, valoraba la contribución de Gorki a la literatura y la ideología soviética.

En la China de principios del siglo XX, Ding Ling, una destacada novelista y editora, se convirtió en una figura central en la literatura y la cultura. Como activista y miembro clave de la Liga de Escritores de Izquierda, tuvo relaciones cercanas con algunos de los pensadores chinos más influyentes de la época. 

A pesar de las adversidades, incluyendo la ejecución de su marido, Ding Ling se unió al Partido Comunista Chino en 1931 y se puso a su servicio. 

Durante la Revolución Cultural fue perseguida y encarcelada por las autoridades chinas, acusada de ser una “contrarrevolucionaria” y una “derechista”. Mao Tse-tung, valoraba la contribución de Ding Ling a la literatura y la ideología comunista, pero criticó su falta de compromiso con la Revolución Cultural.

También en el mundo hispano

Muchos escritores, pintores, creadores en general se dejan cautivar por los procesos insurreccionales y su posterior triunfo. Fenómeno del cual no escapan los intelectuales y escritores hispanoamericanos. Rafael Alberti, Pablo Neruda, Nicolás Guillén y Antonio Machado expresaron su admiración por Josef Stalin. 

Alberti incluso escribió un poema en su honor. “Padre y maestro y camarada: quiero llorar, quiero cantar. Que el agua clara me ilumine, que tu alma clara me ilumine en esta noche en que te vas”.

Pablo Neruda también lo hizo. “Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos… Stalin alza, limpia, construye, fortifica, preserva, mira, protege, alimenta”. 

En la Canción a Stalin, Guillén escribe  “Stalin, Capitán, a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún”.

Igual pasó con Fidel Castro, Jean Paul Sartre y Simone de Boeviarle hicieron el juego al castrismo por un tiempo. 

Personalidades como el desaparecido José Saramago e Ignacio Ramonet, entre muchos otros, defendieron la tiranía de más de cinco décadas de los hermanos Castro y de Chávez

También Hugo Chávez, con su poderoso presupuesto, fue venerado por más de un creador, dentro y fuera de su país. 

Destacándose entre ellos el lingüista y filósofo Noam Chomsky, el realizador Oliver Stone, los filósofos españoles Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero y el periodista Ignacio Ramonet, no menos el sociólogo Monedero y el tertuliano Pablo Iglesias.



García Márquez y Fidel

Capítulo aparte merece el caso del Nobel de literatura Gabriel García Márquez y Fidel Castro. El escritor colombiano en palabras del periodista cubano Pedro Corzo fue un adorador de Fidel Castro. 

“Nunca puso reparo a los abusos de su gobierno (…) fue absolutamente insensible a la situación de los derechos humanos en Cuba”. La isla era su centro de veraneo. En una lujosa casa obsequiada por el régimen disfrutaba de caviar, champaña la Veuve Clicquot o langosta, que le servían de manera generosa. Mientras los cubanos debían ajustarse a las cartillas de racionamiento.

Para Pedro Corzo esa “devoción” del Gabo por Fidel Castro es la más difícil de entender. “Porque el laureado escritor tuvo la oportunidad de ser testigo del triunfo de la insurrección, pero también del deterioro del régimen (…) 

Calló ante los fusilamientos, prisiones, exilio, la destrucción económica del país, la exportación de la subversión desde La Habana al resto del continente, y la subordinación del régimen a la Unión Soviética. Supo del caso Heberto Padilla y del exilio de Guillermo Cabrera Infante y del ostracismo interno y externo que padecieron muchos de sus pares de la isla”.

Un excelente ensayo de Enrique Krauze apunta que García Márquez declaró que su adhesión al régimen cubano era similar al catolicismo, «una Comunión con los Santos». Comunión que como refiere la periodista española Salud Hernández Mora, contribuyó a presentar a su líder como un demócrata cualquiera.

Pero hay otros dos aportes que destaca Hernández. “Ignoró e, incluso, justificó la ejecución de cuatro ex revolucionarios, uno de ellos, Antonio de la Guardia, íntimo amigo suyo, acusados, como tantos otros opositores, de traición a la patria; y la creación de la Fundación para el Nuevo Cine Latinoamericano, una máquina propagandística muy beneficiosa para el régimen. 

Por sus aulas han pasado, además de incontables cineastas, intelectuales y estudiantes hispanoamericanos, directores y actores estadounidenses como Robert Redford, Steven Spielberg o Francis Ford Coppola. Lo que le daba a Cuba una patina de país progresista, promotor de la cultura”.

La pluma bajo la bota

Aún los peores tiranos de nuestros días tienen sus cortes de “intelectuales” que al mejor estilo James Bond ponen sus armas (en este caso su pluma) “al servicio de su majestad”, sea que tenga corona o charreteras. 

Para muestra Nicolás Maduro, quien cuenta con Ramonet para lavarle la cara y con un maquiavélico siquiatra como su ghostwriter. Nunca está de más para un tirano que su “mejor amigo” sea un escritor, aunque no todos tengan un premio Nobel a su servicio.

El escritor y periodista nicaragüense, Sergio Ramírez, que ha vivido en carne propia, la experiencia de la cercanía a los dictadores en uno de sus artículos afirma que los tiranos de nuestros días no leen. 

“Nunca imaginaría a Nicolás Maduro o a Daniel Ortega metidos en la cama con un libro abierto hasta pasada la medianoche”. Según Ramírez Stalin “vigilaba que se atuvieran a la obligación de contribuir a la construcción del nuevo hombre soviético, como si se tratara de albañiles”. Una clara imagen de lo que los tiranos esperan de escritores e intelectuales.

Pedro Corzo lo resume con precisión. “Es paradójico, pero frecuentemente los ciudadanos más capaces en un campo cualquiera del conocimiento o de las artes suelen respaldar consciente o inconscientemente causas contrarias a la dignidad humana. 

Convirtiéndose en encubridores de tiranos y en meros artesanos de regímenes que violan los derechos y asesinan a sus ciudadanos, una ignorancia que también los vuelve criminales aun sin haber cometido la menor vejación”.

jueves, 29 de febrero de 2024

La falta de políticas justas es lo que nos deja sin empleos, no la Inteligencia Artificial




👉Cecilia Pachano H./Cambio 16

La inteligencia artificial puede impulsar el crecimiento económico y mejorar la productividad. Siempre y cuando se implemente correctamente y se acompaña de políticas justas y equitativas. La nueva tecnología genera preocupación ante su potencial impacto en el desempleo. Expertos advierten que la próxima generación de inteligencia artificial sustituirá a trabajadores en diversos sectores. Sin políticas públicas que aborden este problema avizoran un caos por los trabajadores que quedarán sin empleo.

Un estudio de la Universidad de Oxford indicó que la inteligencia artificial podría reemplazar entre el 50% y el 80% de la población mundial en sus puestos de trabajo. Los sectores más vulnerables a la automatización incluyen trabajos rutinarios y repetitivos, como fabricación, transporte y servicios de contacto directo con el cliente. Aunque se espera que la IA también genere nuevas oportunidades en campos como la ingeniería de software y la ciencia de datos.

No es nuevo

Es probable que en un cercano futuro nos encontremos trabajando en profesiones que aún no se han concebido. Mientras que otros roles tradicionales, como los administrativos, los cajeros de supermercado, los conductores, los camareros, los guardias de seguridad y los operadores de telemarketing de primer nivel, pueden desaparecer o reducirse significativamente.

La aparición de robots, la automatización y la Inteligencia Artificial ya comenzaron a remodelar el panorama laboral en ciertos sectores, como la automoción y la industria. Tendencia que se intensificará en los años venideros. El miedo a la pérdida de empleos debido a la irrupción de una nueva tecnología no es un fenómeno reciente. A principios del siglo XIX, un movimiento conocido como ludismo, liderado por artesanos ingleses, se levantó contra los nuevos inventos como la hiladora industrial, que la industrialización estaba introduciendo. Lo que amenazaba con dejarles sin trabajo. A pesar de sus esfuerzos por destruir máquinas e incendiar fábricas, no pudieron detener el avance inexorable de la industrialización.

“La automatización reemplaza a los humanos. Por supuesto, no es nada nuevo. Lo que es nuevo es que ahora, a diferencia de la mayoría de los periodos anteriores, los hombres desplazados no tienen a dónde ir”. James Boggs escribi esa frase en 1963 en “The American Revolution: Páginas del cuaderno de un trabajador negro”, cuando las computadoras comenzaban a hacer su aparición en las empresas. En nuestros días recuperan su vigencia ante la irrupción de la Inteligencia Artificial. Históricamente, los temores sobre la tecnología han resultado en gran medida infundados porque los beneficios han superado los perjuicios. Nuestro desafío es maximizar esos beneficios y minimizar los daños. El como hacerlo se divide en dos propuestas: reeducar y reciclar a los trabajadores desplazados o establecer un ingreso básico universal.

La experiencia más reciente

Jason Ludwig, de la Universidad de Cornell, en su tesis doctoral “Automatizando la Negritud: Raza, Computación y Política en los Estados Unidos de la Posguerra”, exploró cómo diversos actores, incluyendo funcionarios gubernamentales, expertos en informática y activistas, intentaron promover la igualdad racial a través de la informática en los Estados Unidos. Según Ludwig, Boggs argumentaba que no sólo los trabajadores poco cualificados estaban en riesgo debido a la automatización, también los trabajadores de oficina. Cuyos puestos podrían ser ocupados por “máquinas IBM y ordenadores”.

En un contexto de creciente precariedad, los planes gubernamentales para educar y reciclar a los trabajadores se volvían obsoletos casi tan pronto como se formulaban. “Tan rápido como se les forma para una fase técnica superior de la producción, se produce una nueva revolución técnica”. Boggs sostenía que a medida que la automatización aumentaba el número de desempleados, comenzaban a constituir una “fuerza revolucionaria o ejército de marginados y rechazados totalmente ajenos a la sociedad”.

Para Boggs el dilema de estos “marginados” reflejaba el dilema de la sociedad estadounidense en general. La automatización “excluye a cada vez más personas de desempeñar cualquier papel productivo en la sociedad” y no había medios claros para apoyar a los individuos que quedaban obsoletos. Advertencias sobre el desempleo tecnológico que se repiten hoy en día. Pero a una escala mucho mayor.

Visión miope

En julio de 2023, el McKinsey Global Institute publicó un informe sobre la IA generativa y el futuro del trabajo en Estados Unidos. Advierte sobre los crecientes desafíos para algunos de los trabajadores más marginados de la economía. El futuro del trabajo predice una disminución de la demanda servicio al cliente, servicios de alimentación y trabajo de producción. Áreas en las que los estadounidenses de raza negra están muy concentrados.

Predicciones que amplían las preocupaciones que han surgido entre los analistas económicos de que los “robots robaempleos” puedan crear más dificultades para los ya vulnerables trabajadores de minorías raciales. El consenso emergente entre los consultores de gestión, los líderes de Silicon Valley y los responsables políticos es que para hacer frente a estos retos simplemente es necesario formar a más trabajadores negros en programación y otras habilidades valoradas en la industria de la tecnología. Parece tan evidente que casi no llama la atención.

Según Jason Ludwing refleja una ideología particularmente estadounidense comprometida con la visión de que el progreso tecnológico es inevitable. Y que los trabajadores deben mejorar o ser barridos por su inexorable marcha. Sin embargo, el enfoque individualizador del desplazamiento tecnológico oculta la miopía que ha caracterizado la política tecnológica estadounidense durante décadas. Especialmente cuando se cruza con cuestiones de justicia económica y racial.

Paternalismo de los años sesenta

Durante los años sesenta, el impacto de la tecnología y la automatización en el empleo se convirtió en un tema central en la política de Estados Unidos, impulsado por figuras como John F. Kennedy. Para abordar el desafío del desempleo tecnológico, se implementó la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra. Atendió a casi dos millones de estadounidenses, enfocándose en los más empobrecidos y las minorías raciales.

Estos esfuerzos coincidieron con el movimiento por los derechos civiles. Muchos afroamericanos carecían de las cualificaciones necesarias para los trabajos emergentes. Enfrentaban barreras adicionales debido a la falta de oportunidades educativas, la pobreza y la discriminación racial. Las revueltas de 1964 en Harlem, Rochester y Filadelfia llevaron a una reevaluación de cómo estos programas de mano de obra estaban beneficiando a los afroamericanos.

John Diebold, una voz principal del optimismo tecnológico, proclamó en 1952 que la automatización llevaría a una mejora de la mano de obra, con un enfoque en funciones más especializadas. Sin embargo, cuando se aplicó a los proyectos de mano de obra afroamericana, este “perfeccionamiento” adoptó la forma de un ascenso racial paternalista. Enfatizando la autosuficiencia y la pureza moral como claves del progreso racial en una sociedad automatizada.

Papeles de segunda clase

Durante los años 60, los programas de formación en tecnología, como el Proyecto PREPARE, se alejaron de la esperanza original de promover la igualdad racial a través de la automatización. En su lugar, establecieron una jerarquía racializada del trabajo tecnológico. Los programas, financiados por la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra, se centraron en formar a trabajadores negros en programación informática y procesamiento de datos.

El Proyecto PREPARE, una iniciativa del Instituto de Tecnología Informática, proporcionó formación en informática a desempleados y subempleados en la región metropolitana de Washington DC. Entre 1964 y 1967, graduó a unos 100 estudiantes, el 65% de los cuales eran negros. A pesar de que la finalización del programa proporcionó a muchos graduados nuevas oportunidades para entrar en el creciente mercado laboral de la informática, su papel a menudo se consideraba subordinado.

El Secretario del Departamento de Trabajo, Willard Wirtz, argumentó que los graduados del Proyecto PREPARE y otras iniciativas similares, carecían de títulos y de una formación más formal en procesamiento de datos. Por lo que podían asumir el papel de “subprofesionales cualificados”. Quienes podían aliviar a los ingenieros y especialistas informáticos altamente formados de tareas rutinarias.

Ludwing sostiene que aunque la formación pretendía proporcionar a los trabajadores negros los conocimientos necesarios para asumir trabajos básicos de procesamiento de datos, su inclusión en la economía de la automatización a menudo se planteaba en papeles de segunda clase o subordinados. Esta política de mano de obra preveía una división racializada del trabajo informático que persiste hasta nuestros días. Con trabajadores marginados de todo el mundo realizando labores rutinarias y mal pagadas en plataformas como Mechanical Turk de Amazon.

Reciclaje cuestionado

En 1973, la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra fue reemplazada por la Ley Integral de Empleo y Formación. Marcó un giro hacia una gobernanza del cambio tecnológico centrada en las habilidades individuales. Sin embargo, los proyectos resultantes a menudo no abordaban los problemas económicos subyacentes en las comunidades marginadas.

Durante la década de 1960, teóricos como James Boggs propusieron visiones alternativas del cambio tecnológico. Planteó que la solución en la era de la automatización no era luchar por el pleno empleo, sino aceptar el pleno desempleo. La creación de una sociedad sin trabajo. Argumentaba que para abordar adecuadamente el desafío de los marginados, “la cuestión del derecho a una vida plena tiene que divorciarse completamente de la cuestión del trabajo”.  Y garantizar un ingreso pleno y digno a los trabajadores.

Hoy, en la cúspide de lo que algunos predicen será la revolución de la inteligencia artificial, las lecciones de Boggs son relevantes. Para Ludwing sus argumentos señalan el fallo de las recomendaciones actuales que sugieren que los trabajadores necesitan desarrollar nuevas competencias para mantenerse al día con las tecnologías cambiantes. En su opinión el reciclaje de los trabajadores puede ser una medida temporal importante, pero «sólo será una solución provisional a los problemas político-económicos subyacentes al cambio tecnológico».

Renta Básica Universal

La historia de la política laboral en Estados Unidos sugiere que es necesario cambiar nuestra forma de pensar sobre la tecnología, el trabajo y el valor social. Según el psicólogo y sociólogo Naum Kliksberg, experto en inteligencia artificial, es probable que reemplacen a las personas en los próximos 20 años. En su opinión aunque los gobiernos lo intenten tendrán dificultades para regular efectivamente el avance y el desarrollo de la inteligencia artificial. “Será inevitable que la cantidad de pobres crezca al igual que la desocupación y los salarios”.

Posibles soluciones al problema como subsidiar a más desocupados, crear programas de apoyo a los necesitados, bajar los sueldos, disminuir los días de trabajo o confiar en que la dinámica del mercado genere nuevos trabajos es probable que no funcionen. Debido a que no hay una garantía de que los nuevos empleos requieran que personas realicen esas actividades en lugar de la inteligencia artificial.

Kliksberg sugiere que una posible solución al problema podría ser establecer un ingreso básico para los ciudadanos. Lo que ya planteaba Boggs en el 63. Con la diferencia que la idea cuenta con el apoyo de figuras políticas y jerarcas de las grandes tecnológicas. Pero que requerirá que cada país cree su propio sistema de financiamiento.

A favor

Mustafa Suleyman, cofundador de Deepmind, comparte la preocupación por el impacto de la IA en el mercado laboral. Pide a los políticos que actúen con urgencia. Propone la implementación de una renta básica universal para cubrir las necesidades económicas de los ciudadanos. “Es una medida política y económica de la que tenemos que empezar a hablar en serio», afirma.

Sam Altman, director general de OpenAI, predice que la próxima generación de IA reemplazará a los trabajadores humanos en EE UU. Asegura que dará lugar a una Renta Básica Universal para todos. “Aunque la gente seguirá teniendo trabajo, muchos de esos empleos no crearán mucho valor económico en la forma en que concebimos el valor hoy en día”, escribe Altman.

Para el CEO de OpenAI el dinero generado por la inteligencia artificial será suficiente para financiar pagos de ingresos dirigidos por el gobierno para todas las personas de la Tierra. Propone la creación de un Fondo de Equidad Americano. Que se capitalizaría gravando a las empresas por encima de una determinada valoración con el 2,5% de su valor de mercado cada año y gravando con el 2,5% del valor de todas las tierras de propiedad privada.

Efectos ya se sienten

Según Goldman Sachs la inteligencia artificial generativa podría dejar sin empleo a 300 millones de trabajadores a tiempo completo en EE.UU. y Europa.  OpenIA apunta a que del  80% de los profesionales afectados por la IA, por lo menos un 10% será totalmente reemplazada de forma inminente. Y casi un 20% de los trabajadores verán como realizará la mitad de sus tareas. IBM ya ha realizado uno de los mayores recortes de empleo en favor de la inteligencia artificial. Despidió a unos 7.800 empleados. Ben Goertzel, quién popularizó el término “inteligencia artificial general”, sostienen que la tecnología será beneficiosa para la sociedad a largo plazo.

Para el experto en IA, filósofo y astrofísico de Harvard, Avi Loeb, el problema radica en la necesidad de que la sociedad se reorganice. Porque si se elimina la necesidad de trabajo, ¿cómo se puede ganar un salario? “Tendremos tiempo para dedicarnos a cualquier cosa, a crear, a investigar, hacer sencillamente lo que nos guste”, apunta. Pero la sociedad necesita adaptarse a ese nuevo mundo en el que el trabajo sea innecesario. Implica cambios significativos en la estructura social y económica actual. Para Loeb, es preocupante que ningún gobierno muestre algún liderazgo para afrontar éste y otros retos derivados del desarrollo de la inteligencia artificial.

El inversor Warren Buffett también ha expresado su preocupación por el impacto de la IA y la falta de previsión. Después de que su amigo Bill Gates le demostrarse algunos de los proyectos de IA de Microsoft. El magnate de 92 años dijo que la IA «puede hacer cosas notables […]cuando algo puede hacer todo tipo de cosas, me preocupo porque sé que no podremos ‘desinventar’ la IA».

Inacción de los gobiernos

La acción gubernamental hasta ahora ha en el mejor de los casos titubeante. Apenas en la Unión Europea se está actuando de forma limitada. Esencialmente apuntando a la protección de datos y el copyright. En EE UU, la Casa Blanca lo ha dejado en manos de las grandes tecnológicas como OpenAI, Microsoft y Apple. Loeb opina que a esas empresas solo les interesa su propio beneficio, no el de la humanidad.

En España, en mayo del 2023 la ministra Calviño afirmaba que preveía una «transformación profunda» en el empleo por la IA. Por lo que iban a “empezar a vigilar su impacto”.  Algo que puede sonar a humorada si las consecuencias de esta falta de visión no fueran a tener un impacto demoledor en el tejido socioeconómico. Hasta ahora las acciones concretas son escasas, por no decir inexistentes. Como apuntaba el mismo Loeb, no se gobierna, sino que se hace política de gestos y señalización de virtudes sin ninguna sustancia.

La inteligencia artificial tiene el potencial de traer beneficios significativos a la sociedad. Pero también puede ser demoladera. Para abordar los desafíos que presenta y garantizar que sus beneficios se distribuyan de manera justa es crucial que los gobiernos, las empresas y los individuos trabajen juntos. Los avances en la inteligencia artificial sorprenden cada día con nuevos desarrollos. Mientras, los potenciales afectados esperan por la implantación de políticas públicas que minimicen sus efectos adversos. Particularmente en el desempleo.

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